ALMA
Mientras mi sahumadora permanece bien caliente y humeante, afuera la tormenta de Santa Rosa desparrama sus vientos caprichosos por cada rincón de la ciudad de Buenos Aires. No falta cerca de mi escritorio una gran taza de té con naranjas; me inspira el cítrico y el olor de la miel. Casi sin buscarlo vino con poderosa insistencia un viejo recuerdo para dejarse ver, fugaz y vehemente.
Hace unos años, en un verano húmedo y violento, de esos que pueden arrancarte hasta la última gota de esperanza, me encontraba en un pequeño jardín. Sentada contemplando una pequeña fuente de agua, había entre las ramas verdes de un limonero, un pájaro que me observaba con cierta gracia. No recuerdo su nombre, pero es de un color vibrante, entre negro y azul violáceo. Su canto es dulce como una flauta. Me gustaba escucharlo y mucho más verlo bajo los rayitos de sol que lo cubrían. Como a los pocos minutos, el olor del incienso formó parte de aquel insólito encuentro. El maestro Zen que dio su charla aquella mañana, trajo dos tazas de té y un trozo de pan. Con paciencia lo desmenuzó y se lo dio a mi amigo aviar. No demoró ni un segundo en bajar de su rama y devorar el bocado. Nos quedamos mirando al pequeño animal disfrutar la compañía y la ofrenda de pan y amistad del maestro. Había un silencio que me costaba quebrar con palabras. Pero es que me rondaba una pregunta hacía tanto tiempo, que no tuve la valentía de cerrar la boca; y entonces hablé.
MU-SHIN
-¿Qué es el alma?
·Mu- shin – dijo él
Hubo un silencio espeso que me llenó más de preguntas y de un cansancio demoledor. Él buen hombre se levantó y se desvaneció como si hubiera sido un invento del cielo, como una nube arrastrada por un huracán. Me quedé como si hubiera metido la pata. A los pocos minutos trajo su sahumadora con incienso y sándalo. El aire era dulce, amaderado, entre el perfume del limonero y el incienso la mente quedo vacía. El cielo trajo nubes oscuras, y en la medida que mi mente se despejaba el techo de la tierra se cerraba.
·Justo antes de que hablaras, estábamos en ella dijo, con una sonrisa burlona. ¡Y nos reímos! Eso hizo que mi cuerpo se ponga menos defensivo, más receptivo.
· ¿ Tú escribes cierto ? preguntó con un nuevo tono indagatorio.
-Sí
· Te sugiero dejes de usar la palabra alma. No la pienses. No la digas. No las escribas. Es en esa limitación, en esa prohibición sagrada que vas a descubrirla. No antes. Para poder saber, primero debes quedarte sin pensar.
Tras decir eso, se levantó y me dejó el resto del pan en las manos. Mientras caminaba, dejó rebotando en el aire, nuevamente la palabra Mu-shin. ¡Mu shin Lorena!
RENOVAR
Aquel verano fue demasiado caliente. Y tuve mi primer desafío importante. No pensar, no hablar ni escribir la palabra “alma”. No podía dimensionar tal sacrificio. Era una imposibilidad que me molestaba hasta llorar. Para mí como escritora, no escribir aquella palabra, me llevaba a buscar inevitablemente caminos alternativos y perderme hasta rabiar y maldecir. ¿ Cuál era el sentido ? ¿ Por que razón ese limite? Según descubrí muchos años después, el sentido era quedarme sin “pensamientos”. Mu shin significa no-pensamiento. Paulatinamente, el peso de la mente se fue agrietando. Adquirí el hábito de deshabituarme a pensar; valga la paradoja. En la medida que no pensaba en la palabra, me aliviaba. Y en ese alivio algo se conectaba de manera distinta dentro mío. Como si se renovaran las conexiones neuronales, y la claridad y velocidad de comprensión aumentaban.
INCIENSO
El incienso me ayudó. El incienso tiene la particularidad de absorber la mente, los pensamientos ( sean bueno a malos, no importa ) y dejarte en un estado infuso. Suspendida toda actividad mental, lo que queda es algo que no posee ni atracciones ni aversiones, es decir no posee adherencias. Ese estado es alma pura. Un contacto directo con Ella, puede cambiar hasta la química del cuerpo. Surge de esta empapadura un estado completamente fresco, nuevo, sin vicios.
Nada es comparable con la profunda paz y descanso que mana de este instante. Yo lo llamo el instante descansado. Por que ni durmiendo tres días enteros el cuerpo recibe tanta reparación. Hay un tipo de cansancio que no es del cuerpo, y las horas dormidas no lo quitan. Son los segundos despiertos lo que se llevan el sopor y el agotamiento.
Enciende tu sahumadora, busca un buen incienso y procura descansar mientras el perfume te abre a esa parte del alma que ya está descansada y despierta.
· Podes bajarte el libro que escribí de auto sahúmo curativo y aprender más sobre esta práctica!
aquí mismo te dejo el link:
Gracias reina, hasta aqui llega tu inmortal perfume… Te honro!!! Abrazos miles
Hola Fabiana!
gracias por tus palabras. BIENVENIDA!
Bello, una caricia a los sentidos y a la ausencia de la palabra no dicha.
Hola Susana!
Gracias por leer y comentar. Abrazo grande!
Siempre hay magia en tus palabras. Gracias.
Hermoso andar. Cómo puedo leer tu libro.
Hermoso! Qué gran ayuda ésta guía que das ! Muchísimas gracias!
Un abrazo
Maravilloso cada publicación gracias x este aporte …