Si nos sahumáramos con la misma frecuencia que nos bañamos, notaríamos inmediatamente cuando somos movidos por energías parásitas o somos inspirados por nuestra esencia.
No hay peor daño que nos podamos hacer que no reconocer específicamente esto. El sahúmo enciende el fuego interno o cuerpo Medicina. Ese fuego limpia, purifica, ilumina nuestra capacidad de percibir y distinguir entre lo que es nuestra “voluntad” y la Voluntad del Real. No se trata de analizar o entender, sino de arder. Nuestra voluntad es un nido de cascaras muertas. Y por ellas somos movidos. O mejor dicho estamos atascados en una rueda de memorias sin vida. El sahúmo elimina estos nidos de memorias. Pero para eso las plantas necesitan despertarse en tu boca. Buscan el aliento -tu aliento- para abrir su medicina y limpiar. Antes de sahumar, hablales. Dale gracias. Simplemente eso. Dale gracias. Eso crea la diferencia, la sencillez desnuda poder. Le das permiso para hacer su trabajo: elevar sufrimiento a hermosura.
-los arbóreos nos transfiguran: nos quitan lo que no es, y nos revelan lo que siempre Es.
lorena
ciocale
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